miércoles, 22 de abril de 2015

Sí, se puede ser feliz y estar triste a la vez?

Sí, se puede ser feliz y estar triste.
Por la sencilla razón de que ser y estar son acciones distintas. Cuando hablas de ser feliz te refieres a aquellas cosas que dan sentido a tu vida, al resultado de la suma de muchos aprendizajes que nada tienen que ver con lo que te pasa o te deja de pasar. Ser feliz no está relacionado con lo que te ha sucedido sino con tu propia manera de ver el mundo.
Eres feliz cuando trabajas en aquello que te apasiona, cuando ayudas a las personas que quieres a tener una vida llena de momentos inolvidables, cuando aprecias el regalo de la vida, cuando reconoces todo aquello que has aprendido y decides enseñárselo a los demás. Ser feliz es parte de nuestro crecimiento y nuestra evolución como personas.
En cambio, el hecho de estar contento o estar triste tiene que ver con lo que estemos viviendo, con los acontecimientos o circunstancias que nos rodean. Aquí hablamos de momentos, etapas o períodos de tiempo que antes o después pasarán. El “estar” está sujeto a las emociones que sentimos en determinados instantes de la vida. Recuerda que tanto la alegría como la tristeza son emociones básicas del ser humano y ambas deben sentirse y vivirse intensamente.
La mayoría de la gente disfruta sin problemas los momentos de alegría y felicidad; sin embargo, cuando llegan los momentos difíciles son muchos los que tienden a evitarlos, esconderlos e incluso ignorarlos. ¿Por qué? Porque no nos han enseñado a sentir la tristeza, a permitirnos estar mal, a reconocer el dolor y vivirlo con naturalidad.
“Sanamos de un sufrimiento sólo al experimentarlo en su totalidad”. Marcel Proust
                                     Cuando la vida nos muestra el lado oscuro
Cuando la vida nos enseña su lado oscuro y nos toca lidiar con la muerte, la enfermedad, la pérdida del trabajo o el final de una relación nos invaden sentimientos de rabia, dolor, impotencia. Entonces también tenemos que sentir, al igual que cuando estamos felices… sólo que ahora sentimos cosas distintas. No hay que reprimirse: hay que llorar, quedarse en silencio, estar con uno mismo, pensar en lo que nos pasa y en qué podemos hacer para sentirnos mejor. Esto nos llevará a la aceptación, y una vez aceptada la situación entenderemos la intención positiva que, como cualquier emoción, también tiene la tristeza. La tristeza viene para ayudarnos a sanar, y al igual que nadie puede alargar el estar feliz tampoco se puede acortar el estar triste. Por ello es necesario tener paciencia con uno mismo y darse el tiempo necesario para volver a estar bien.
Es importante entender que no elegimos lo que nos pasa, ni tampoco las emociones que sentimos cuando algo nos pasa: lo único que podemos elegir son los pensamientos y los estados de ánimo asociados a ellos. Es conveniente permitirnos los estados de tristeza, aunque hay que vigilar no quedarnos atrapados en ellos. Para ello podemos empezar por prestar especial atención al lenguaje que utilizamos, puesto que con él creamos nuestra realidad.
Quizás ahora entiendas mejor que “ser” no es lo mismo que “estar”. Puedes estar triste, pero no tienes por qué ser desgraciado. Es mejor ser feliz aunque estés triste.
Por la sencilla razón de que ser y estar son acciones distintas. Cuando hablas de ser feliz te refieres a aquellas cosas que dan sentido a tu vida, al resultado de la suma de muchos aprendizajes que nada tienen que ver con lo que te pasa o te deja de pasar. Ser feliz no está relacionado con lo que te ha sucedido sino con tu propia manera de ver el mundo.
Eres feliz cuando trabajas en aquello que te apasiona, cuando ayudas a las personas que quieres a tener una vida llena de momentos inolvidables, cuando aprecias el regalo de la vida, cuando reconoces todo aquello que has aprendido y decides enseñárselo a los demás. Ser feliz es parte de nuestro crecimiento y nuestra evolución como personas.
En cambio, el hecho de estar contento o estar triste tiene que ver con lo que estemos viviendo, con los acontecimientos o circunstancias que nos rodean. Aquí hablamos de momentos, etapas o períodos de tiempo que antes o después pasarán. El “estar” está sujeto a las emociones que sentimos en determinados instantes de la vida. Recuerda que tanto la alegría como la tristeza son emociones básicas del ser humano y ambas deben sentirse y vivirse intensamente.
La mayoría de la gente disfruta sin problemas los momentos de alegría y felicidad; sin embargo, cuando llegan los momentos difíciles son muchos los que tienden a evitarlos, esconderlos e incluso ignorarlos. ¿Por qué? Porque no nos han enseñado a sentir la tristeza, a permitirnos estar mal, a reconocer el dolor y vivirlo con naturalidad.
“Sanamos de un sufrimiento sólo al experimentarlo en su totalidad”. Marcel Proust
Cuando la vida nos muestra el lado oscuro
Cuando la vida nos enseña su lado oscuro y nos toca lidiar con la muerte, la enfermedad, la pérdida del trabajo o el final de una relación nos invaden sentimientos de rabia, dolor, impotencia. Entonces también tenemos que sentir, al igual que cuando estamos felices… sólo que ahora sentimos cosas distintas. No hay que reprimirse: hay que llorar, quedarse en silencio, estar con uno mismo, pensar en lo que nos pasa y en qué podemos hacer para sentirnos mejor. Esto nos llevará a la aceptación, y una vez aceptada la situación entenderemos la intención positiva que, como cualquier emoción, también tiene la tristeza. La tristeza viene para ayudarnos a sanar, y al igual que nadie puede alargar el estar feliz tampoco se puede acortar el estar triste. Por ello es necesario tener paciencia con uno mismo y darse el tiempo necesario para volver a estar bien.
Es importante entender que no elegimos lo que nos pasa, ni tampoco las emociones que sentimos cuando algo nos pasa: lo único que podemos elegir son los pensamientos y los estados de ánimo asociados a ellos. Es conveniente permitirnos los estados de tristeza, aunque hay que vigilar no quedarnos atrapados en ellos. Para ello podemos empezar por prestar especial atención al lenguaje que utilizamos, puesto que con él creamos nuestra realidad.
Quizás ahora entiendas mejor que “ser” no es lo mismo que “estar”. Puedes estar triste, pero no tienes por qué ser desgraciado. Es mejor ser feliz aunque estés triste. (Oblitas Stuart)

No hay comentarios:

Publicar un comentario